Tal vez ha oído hablar de los monjes tibetanos que cantan dos o tres notas a la vez, o entonan acordes que abarcan octavas. A diferencia del canto de los monjes gregorianos, de alta frecuencia, en la tesitura tenor, los tibetanos hacen sonidos guturales de baja frecuencia que tienen muy poco parecido con lo que se considera música en Occidente. Pero esta forma no habitual de cantar, llamada «canto armónico», puede ser vigorizante.

A comienzos de los años ochenta, los monjes Gyuto de Dharmsala (India) trajeron su música a Occidente, actuando en la catedral Saint John the Divine de la ciudad de Nueva York y en otras partes. Los sonidos prolongados, muy profundos, de su canto inspiraron a músicos contemporáneos como Pauline Oliveros, John Cage y Philip Glass a adaptarlos para sus composiciones. En una entrevista, el abad del Gyuto Tantric College, Khen Rimpoché, explicó una de las técnicas usadas tradicionalmente para dominar esta habilidad: «Hay un ejercicio especial que consiste en ponerse al lado de una sonora cascada y practicar hasta llegar a un estado en que [los monjes] pueden oír claramente su voz en medio del ruido ensordecedor del agua».

El canto armónico no es exclusivo del Tíbet. Las músicas vocales de India, Filipinas y China tienen sus estilos similares. En Tuva, ciudad del oeste de Mongolia, cada primavera se celebra una competición de canto armónico. Kithy Brown, cantante popular y una de mis alumnas más innovadoras, fue invitada a ser una de los jueces en esta competición en 1995. Después me Contó: «Al principio querían que los cantantes extranjeros asistentes compitieran contra los tuvanos, pero como nos negamos de plano, nos intercalaron a lo largo de todo el programa para procurar un alivio (cómico). Hacer de juez allí fue una tarea intimidante, pero bien valió la pena, por la memorable vista del ganador del gran premio cabalgando hacia la puesta del sol en su caballo nuevo y con sus vestiduras nacionales recién estrenadas».

Los sonidos armónicos no son tan misteriosos como parecen. Incluso en Estados Unidos, el canto de los barberos (que comenzó acanto harmonico 2 (400 x 257) finales del siglo XIX) se apoya en principios similares para alcanzar cierta riqueza de timbre. Pero no es necesario formar parte de un cuarteto de barberos ni desgañitarse gritando en las cataratas del Niágara para desarrollar esta capacidad. Creamos armónicos en todas nuestras vocales. Cante la segunda frase de «Old MacDonald Had a Farm» ii aa ii aa oo [fa fa fa sol fa fa do; la la sol sol fa], prolongando los sonidos de las vocales lo más posible, y podría ser capaz de oír cómo se producen los armónicos. Para hacerlo tiene que cambiar gradualmente los sonidos de las vocales, usando muy poco aire y prestando mucha atención a la colocación de la lengua en la boca. La posición de la lengua cambia el «color» del sonido. Trate de hacer el sonido iii con una gran sonrisa en la cara. Después pase al sonido aaa manteniendo la mandíbula en la misma posición y sin dejar de sonreír. Fíjese cómo se mueve su lengua.

Jonathan Goldman, fundador de la Asociación de Sanadores por el Sonido, cree que los armónicos vocales serenan el cuerpo y despejan la mente con más eficacia que cualquier otra forma de sonido.